Queridísima y
muy delgada Alejandra Azcárate, espero que se encuentre muy bien en este
momento, así mismo espero que no esté comiendo absolutamente nada, para
mantener esa figura delgada que todas las gorditas no tenemos.
A diferencia
suya, toda la vida he sido gordita, por motivos de genética y metabolismo mi
cuerpo está lleno de protuberancias, relieves y desproporciones, por lo tanto
siempre he vivido del otro lado, lejos
de su “primaria perspectiva de lo bello”, con la mente abierta y con las ventajas
y desventajas de tener unos kilitos de más.
Aunque es cierto
que nunca he pensado en la hora de comer, no sigo horarios ni dietas especiales,
desayuno una taza de cereal todos los días, nada escandaloso, aunque comprendo
que para usted, Alejandra, puede el
desayuno significar un tallo de apio, o en su defecto, dos botellas de agua
tibia. Comprendo entonces lo que una taza de Chocokrispis puede representar
para usted.
Pasando a su
segunda “ventaja”, debo admitir que nunca he sido fan de las compras, me parece
algo realmente tedioso y aburrido. No sé si usted sepa, pero la mayoría de los
almacenes tienen tallas L y XL, entiendo que para una “flacuchenta”, como usted
se autodenomina, estas dos tallas pueden fácilmente representar el infierno,
pero le informo que existen y a las gorditas, nos quedan esas tallas, entonces,
no es tan difícil encontrar algo que nos quepa.
Lamento decirle
que en ningún momento, me he sentido una princesa, las gordas conocemos la
caballerosidad a la misma distancia que ustedes las delgadas. Quisiera
proponerle a usted un paralelo, en el que tal vez, solo tal vez, los hombres
nos ceden el puesto porque somos mujeres, no porque nos vamos a sentar encima
de ellos; en el que de pronto nos miran con ternura porque somos tiernas, no por
miedo a una agresión. En el que nos corren la silla y nos cierran la puerta del carro como
una simple muestra de cortesía, no por temor a que no entremos.
No olvide, Alejandra,
que nosotras también somos mujeres inteligentes, valiosas, y verracas, así como
usted y muchas otras delgadas. Le recuerdo que nosotras también hemos tenido
amantes, novios y amigos, que nos han querido de verdad,
más allá de cómo nos vemos, y así como ustedes, también hemos tenido
decepciones y tristezas de todo tipo.
Es triste que para
usted haya tanta distancia entre nosotras por una simple talla, es triste que
usted piense que merece un mejor trato que yo por tener una cintura más angosta
que la mía.
Para finalizar, me
complace decir que sí, soy gorda, que no vivo esclava de horarios, de dietas,
de tratamientos y de procesos quirúrgicos, prefiero trabajar cosas más
duraderas, porque tenga presente, Alejandra, que la belleza es algo efímero,
que se acaba, que algún día usted no va a ser bonita ni flaca, y entonces su
mundo, como el de muchas, va a estar acabado por completo. Qué lástima que
usted no pueda ver más allá de lo que sus ojos le permiten, qué lástima su
frivolidad y su falta de raciocinio. Parece que con todas las dietas que ha
hecho no solo ha perdido kilos, sino también neuronas.
Atentamente, una
gorda.