jueves, 5 de julio de 2012

Respuesta.




Queridísima y muy delgada Alejandra Azcárate, espero que se encuentre muy bien en este momento, así mismo espero que no esté comiendo absolutamente nada, para mantener esa figura delgada que todas las gorditas no tenemos.

A diferencia suya, toda la vida he sido gordita, por motivos de genética y metabolismo mi cuerpo está lleno de protuberancias, relieves y desproporciones, por lo tanto siempre he vivido del otro lado,  lejos de su “primaria perspectiva de lo bello”, con la mente abierta y con las ventajas y desventajas de tener unos kilitos de más.

Aunque es cierto que nunca he pensado en la hora de comer, no sigo horarios ni dietas especiales, desayuno una taza de cereal todos los días, nada escandaloso, aunque comprendo que para usted, Alejandra, puede  el desayuno significar un tallo de apio, o en su defecto, dos botellas de agua tibia. Comprendo entonces lo que una taza de Chocokrispis puede representar para usted.

Pasando a su segunda “ventaja”, debo admitir que nunca he sido fan de las compras, me parece algo realmente tedioso y aburrido. No sé si usted sepa, pero la mayoría de los almacenes tienen tallas L y XL, entiendo que para una “flacuchenta”, como usted se autodenomina, estas dos tallas pueden fácilmente representar el infierno, pero le informo que existen y a las gorditas, nos quedan esas tallas, entonces, no es tan difícil encontrar algo que nos quepa.

Lamento decirle que en ningún momento, me he sentido una princesa, las gordas conocemos la caballerosidad a la misma distancia que ustedes las delgadas. Quisiera proponerle a usted un paralelo, en el que tal vez, solo tal vez, los hombres nos ceden el puesto porque somos mujeres, no porque nos vamos a sentar encima de ellos; en el que de pronto nos miran con ternura porque somos tiernas, no por miedo a una agresión. En el que nos corren la silla y nos cierran la puerta del carro como una simple muestra de cortesía, no por temor a que no entremos.

No olvide, Alejandra, que nosotras también somos mujeres inteligentes, valiosas, y verracas, así como usted y muchas otras delgadas. Le recuerdo que nosotras también hemos tenido amantes, novios y amigos, que nos han querido de verdad, más allá de cómo nos vemos, y así como ustedes, también hemos tenido decepciones y tristezas de todo tipo.
Es triste que para usted haya tanta distancia entre nosotras por una simple talla, es triste que usted piense que merece un mejor trato que yo por tener una cintura más angosta que la mía.

Para finalizar, me complace decir que sí, soy gorda, que no vivo esclava de horarios, de dietas, de tratamientos y de procesos quirúrgicos, prefiero trabajar cosas más duraderas, porque tenga presente, Alejandra, que la belleza es algo efímero, que se acaba, que algún día usted no va a ser bonita ni flaca, y entonces su mundo, como el de muchas, va a estar acabado por completo. Qué lástima que usted no pueda ver más allá de lo que sus ojos le permiten, qué lástima su frivolidad y su falta de raciocinio. Parece que con todas las dietas que ha hecho no solo ha perdido kilos, sino también neuronas.

Atentamente, una gorda.